Uno de los mecanismos que relacionan los estados y sus entidades con la sociedad es la arquitectura. Los edificios institucionales y de gobierno suelen materializar la idea que se tiene del poder. Generalmente esto resulta en construcciones monumentales y cerradas al contexto.

Durante siglos, en todo el mundo, los organismos económicos y estatales han edificado piezas negadas a la ciudad, en las que el contacto con los ciudadanos es mínimo o nulo, como grandes objetos arquitectónicos que hablan del poder desde una imagen dura e impermeable. 

Pero en los últimos años esto ha cambiado. Cada vez más las instituciones utilizan la arquitectura para establecer vínculos con las personas mediante edificios abiertos al ámbito urbano. Además con espacio público que los complementa. El nuevo comando de la Policía Metropolitana de Bogotá es un ejemplo de esta manera de entender la relación entre el Estado y la sociedad civil.

Durante la última década, el esqueleto inacabado del edificio original para el comando permaneció abandonado en el barrio Salitre Sur. La actual administración distrital, por intermedio de la Secretaría de Seguridad y Convivencia de Bogotá, encargó el rediseño y la construcción de esta estructura para terminar los trabajos con un principio fundamental: el nuevo comando debería ser un buen vecino para el sector.

La Universidad Nacional de Colombia fue el consultor del diseño arquitectónico, que estuvo en cabeza del arquitecto Camilo Avellaneda. Para la ejecución de la obra se hizo un proceso licitatorio que ganó el Consorcio de Seguridad Urbana Distrito Capital, conformado por las firmas Edificadora Urbe S.A.S., Constructora Amco Ltda., Constructora Conacero S.A.S. y AMR Construcciones S.A.S. 

Sobre el diseño de la estructura

Al ubicarse en un sector residencial y comercial de la capital, el edificio debía conectarse con las dinámicas del barrio. Para esto, el frente del lote sobre la carrera 60 se destinó a un pequeño parque que hace las veces de antesala. Este se dispone, a su vez, para el disfrute de la comunidad.

Además, el proyecto ubica las dependencias de atención al público de tal manera que se tenga fácil acceso a ellas y finalmente, una capilla integrada al comando ofrece un espacio de culto abierto al público. La noción de seguridad aquí no toma cuerpo con muros ciegos y barreras impenetrables, al contrario, se construye desde la colectividad y se entiende desde el contacto y la cercanía de las personas con la policía.

La recuperación y adecuación de la construcción existente supuso un esfuerzo técnico considerable. Decidieron desmontar la estructura de acero de 300 toneladas y conservar el esqueleto de concreto, el cual tuvo que ser reforzado y modificado para cumplir los estándares más altos de seguridad antisísmica requeridos en este tipo de obra. 

Por otro lado, estas labores de ingeniería posibilitaron que el nuevo diseño arquitectónico se lograra. La demolición parcial de algunas placas permitió una sección escalonada. Donde los diferentes niveles se retrasan a medida que ganan altura, a fin de generar un vacío central con mucha luz natural. También, una nueva superficie de hormigón de doble curvatura articula los distintos cuerpos del edificio con la terraza longitudinal, perforada por patios, donde estos se posan. 

El material del edificio

El resultado es una arquitectura diversa con una expresión en la que líneas rectas y curvas dialogan. Los materiales seleccionados para el proyecto hablan de la tradición de la construcción en el país. Así, el concreto y el ladrillo son protagonistas, siendo este último el material que reviste los 8000 metros cuadrados de fachada de la caja principal.

El nuevo comando amplía considerablemente la capacidad de la institución al acomodar 4500 puestos de trabajo para policías administrativos y considerar una futura expansión sobre el área hoy destinada a parqueaderos, donde se podrán tener 1000 puestos más.

Además de las dependencias abiertas a la comunidad, la iglesia y la zona administrativa, el complejo tiene un auditorio ubicado en un volumen con un voladizo de 18 metros, zonas a cielo abierto en los sótanos e, incluso, alojamientos para oficiales provenientes de otras ciudades.

Esta obra es resultado del empeño colaborativo de los sectores público, privado y académico. Propone la recuperación de lo existente antes que un borrón y cuenta nueva. Esto, para ofrecer a la comunidad un comando de policía que busca acercarse a las personas.

Su arquitectura se abre, se pliega y se perfora para permitir el acceso de la gente, pero también del sol, el viento y la vegetación. Si la idea tradicional del poder produce arquitecturas que se imponen a la fuerza, este proyecto persigue los momentos de contacto entre la institución y el ciudadano de a pie.

Cinco puntos para destacar

1. Deciden reutilizar la estructura existente –inacabada– para la ejecución de la nueva versión del proyecto.

2. Un parque recibe a las personas, como una antesala.

3. Las labores de ingeniería sobre la estructura existente facilitaron la implementación del diseño arquitectónico y garantizaron la resistencia a sismos requerida.

4. La arquitectura del edificio es diversa y abierta.

5. El nuevo comando de la Policía Metropolitana de Bogotá ofrece espacios de contacto entre la institución y la comunidad.