Los dueños de esta casa, situada en una ladera rocosa, sinónimo de un paisaje griego, buscaban un diseño que se integrara sutilmente con su arquitectura tradicional, pero que fuera moderna a la vez. Esto resultó en una balanceada mezcla entre texturas ásperas y suaves, y una paleta de color que va desde los cálidos ocres de la piedra local y madera sin tratar, hasta muros blancos y el gris grafito de las superficies de cemento brillado.
Construida en 2014, esta propiedad de 400 metros cuadrados y cinco habitaciones se adapta al contorno de la montaña, con la entrada en la parte posterior de la estructura. Un camino angular conduce a través de patios mediterráneos y cálidas fachadas de piedra a la puerta principal, una imponente pieza de madera rústica, con adornos de hierro. Un jarrón griego de terracota y una linterna anteceden la puerta, que una vez abierta revela increíbles visuales al mar y al paisaje, dándole al visitante una agradable bienvenida.
En el lado de la terraza, grandes ventanales y puertas de vidrio enmarcan la vista y crean una transición imperceptible entre interior y exterior. Los arquitectos diseñaron la casa como un rectángulo deconstruido de manera que todos los dormitorios tuvieran acceso directo a la piscina sinfín de agua salada, el jacuzzi y el deck con tumbonas y pufs para descansar y tomar el sol.
Una tradicional pérgola cubierta de caña, con grandes pilares de madera, corre a lo largo de la estructura, proporcionando sombra en el exterior. Allí se dispusieron áreas tipo chill out con sofás y sillones en azul marino y blanco y un comedor para cenar al aire libre. Lámparas que cuelgan de cuerdas tejidas y macetas cubiertas con tejidos de macramé crean un suave contraste con las líneas rectas de la terraza y la piscina. Es aquí donde todo sucede, donde anfitriones e invitados se reúnen en los meses de verano.
Justo después de la entrada, una cocina abierta, que a pesar de ser sencilla es altamente funcional, comparte el espacio con la zona social, donde amplios sofás comunican el área con un pequeño comedor y una chimenea. El tono de este lugar lo dan los pisos de cemento pulido que se complementan perfectamente con los gabinetes blancos de la cocina y una enorme isla de madera con un mesón de granito gris, bajo una de las muchas claraboyas que tiene la casa. Un armario de madera, hecho a la medida, en el muro de atrás, sirve para guardar platos y vasos. En la sala, dos sofás –uno gris y uno blanco– ofrecen un lugar cómodo y acogedor para apreciar la vista.
La paleta de colores neutros se repite en los dormitorios y los baños, que cuentan con sencillos toalleros de madera y pocetas de piedra, sobre mesones de madera hechos especialmente para la casa. Las mesas de noche se hicieron con troncos de árboles. Y en la habitación principal llama la atención una bañera incrustada en el piso, con vista al mar.
Finalmente, el objetivo de lograr un refugio que respetara su lugar de implantación y aprovechara las bondades de sus alrededores se consiguió. El resultado es una casa cómoda, sencilla y acogedora, donde el lujo está en los pequeños detalles, pero sobre todo en el impresionante paisaje.
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