La casa de cristal contemporánea, el lugar en el que todos quieren vivir

Esta casa, que recuerda la Farnsworth House del arquitecto Mies van der Rohe, busca establecer una compleja relación entre la arquitectura y las praderas al noroeste de Johannesburgo, Sudáfrica.

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Las más famosas casas de cristal de la corriente mid-century-modern son, en su mayoría, tributos arquitectónicos a la naturaleza. La Farnsworth House, del arquitecto Mies van der Rohe, y la Glass House, del arquitecto estadounidense Philip Johnson, son experimentos en el uso vanguardista del concreto, el acero y el vidrio, aunque podrían considerarse más románticos que industriales: son parte vivienda, parte jardín y parte santuario. Por ello, el pabellón de vidrio de la familia De Wit, en las praderas ondulantes del noroeste de Johannesburgo, Sudáfrica, busca rendir un homenaje a esas dos emblemáticas obras.

Esta estructura minimalista fue la primera edificación que la familia De Wit construyó tras asentarse en esta zona, hace unos siete años. Los hermanos y arquitectos Lee y Wesley de Wit, junto a sus padres, deseaban “separar la vida de familia del funcionamiento de la granja”. Lee reside cerca de Johannesburgo de manera parcial y se halla en proceso de construir un estudio en este lugar, donde viven sus padres, mientras que Wesley se encuentra radicado en Alemania. El pabellón sirve de base para este último cuando está de visita, como casa de huéspedes, y tal vez es principalmente el lugar para atender a los invitados, relajarse, tomar el sol y hacer asados.

Aunque es una joya en el panorama y un lugar para disfrutar del entorno, fue realmente concebida como solución a los complicados interrogantes planteados por el terreno. ¿Qué haces cuando quieres vivir en este paisaje?, se pregunta Lee. En última instancia, la estructura se convirtió en un edificio que extiende las posibilidades de una propuesta arquitectónica moderna para mediar una relación mucho más compleja y segmentada con el paisaje, va más allá de la simple contemplación directa de la belleza natural.

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A pesar de que esta propiedad hace parte de la reserva privada del Khatlhampi, y colinda con la casa de un artista y un parque de esculturas, el terreno había sido cultivado durante un siglo y tenía las cicatrices de ello. El prístino paisaje natural que Mies van der Rohe y Philip Johnson tenían para sus obras, aquí simplemente no existía. “Esto era muy diferente”, afirma el arquitecto, que junto con su hermano fue el responsable de diseñar y construir la vivienda y moldear el entorno circundante.

El sitio albergó un grupo de cabañas –nada especiales– construidas sobre una serie de terrazas artificiales. Aunque también contaba con interesantes y hermosas características: un arroyo, una hilera de árboles de plátano flanqueaba el camino de acceso y tenía una generosa área forestal. Pero, como dice su propietario, “por mucho que busquemos señales de naturaleza pura, estamos buscando signos de la naturaleza humana”. Intentar un retorno completo a lo natural representaría “una mala versión de la historia. Además, probablemente nunca habríamos decidido construir aquí si no tuviéramos signos y pistas de su uso anterior”.

Con eso en mente, la familia descartó la posibilidad de una arquitectura vernácula inscrita en el lenguaje de los cobertizos y de las construcciones para la granja, por ser una solución estilística superficial. “Queríamos usar un entendimiento arquitectónico para interactuar con el espacio de una manera diferente”.

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El paisaje de terraceado uniforme sugería un techo plano, y la idea del edificio emergiendo del suelo como otra terraza, tenía el potencial para establecer un diálogo entre el terreno y la construcción. En palabras de los propietarios, con el diseño de una sencilla caja de cristal surgiría la duda de qué es naturaleza y qué es edificio. Las distinciones entre naturaleza, paisaje y arquitectura se desdibujarían. Y, como las estructuras que la precedieron, su transparencia y orientación enmarcarían su entorno, fomentando una relación reflexiva y contemplativa. Con el trabajo de paisajismo de Wesley, sin duda los alrededores serían espectaculares. Por supuesto, como los mejores ejemplos de la arquitectura moderna, la simplicidad de esta propuesta puede ser engañosa. La torre de piedra –instalada donde había una torre de agua–, el deck que se extiende frente a ella como si fuera una sombra, el pabellón en forma de cueva o “Casa de Fuego”, como lo llaman los propietarios –donde está la sala con chimenea–, en el otro extremo, crean una interacción entre volúmenes y niveles. Juntos alcanzan una asimetría equilibrada, una de las armonías visuales más difíciles de lograr.

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Al igual que sus predecesores americanos, la casa de la familia De Wit es también un experimento sobre la forma de vivir –un cuestionamiento para descubrir cuánto de la vida ordinaria se puede dejar de lado–. “La vivienda principal tiene todas las facilidades”, explica Lee. Aquí las paredes interiores son casi inexistentes y en cuanto a mobiliario, se podría decir que está compuesto por una unidad de cama, la isla de la cocina y una estantería…, casi no hay muebles o electrodomésticos, ni siquiera un horno –aunque sí una zona para BBQ en el exterior–.

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Incluso la noción de un cuarto de baño fue descartada. Mientras este espacio está disimulado bajo las escaleras, la bañera queda a nivel del piso en una división entre la cama y la zona de estar –es un lugar privilegiado para sumergirse y disfrutar de los alrededores–, y la ducha afuera, entre los árboles. Para el dueño, la simplicidad de cruzar el “punto en que dejas atrás la conveniencia” resulta emocionante, y cree que esto facilita el tipo de reflexión que este proyecto busca estimular.  Un número de obras de arte extienden el diálogo entre arquitectura y naturaleza. Así, un cuadro del pintor sudafricano Jacobus Hendrik Pierneef, reconocido paisajista de principios del siglo XX, se funde con los tonos púrpuras y azules de las montañas en la distancia. La obra está colgada en una pared decorada con un mural realizado con pigmentos extraídos del entorno por la esposa de Wesley, la artista contemporánea alemana Tatjana Doll. Incluso tiñó la cortina con algas de un estanque cercano y pintó la “Casa de Fuego” con barro local. El propietario afirma que estas intervenciones artísticas han permitido que la vivienda evolucione y se adapte a medida que las pistas del paisaje continúan revelándose. “De lo contrario, es solo mantenimiento”.

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